Plantas medicinales
Las familias
Las plantas medicinales se agrupan
en familias; estas fueron catalogadas a partir de 1753 por Carl von
Linné, naturalista sueco conocido en el mundo mediterráneo como
Linneo.
Salvia |
A las umbelíferas pertenecen
plantas cuya flor recuerda un paraguas, como la angélica, el anís y
el hinojo; son plantas en general estomacales y carminativas.
caléndula |
La familia de las compuestas
presenta una flor que parece compuesta de varias flores (manzanilla,
caléndula, árnica, cardo) y se caracteriza por su alto contenido en
principios amargos, lo que justifica el uso de muchas de ellas en los
trastornos hepáticos y biliares.
La similitud entre las plantas
pertenecientes a la familia de las malváceas se advierte
principalmente en su química: no contienen alcaloide alguno por lo
que son completamente inocuas y son ricas en mucílago, compuesto que
determina sus virtudes emolientes y antiinflamatorias (malva,
malvavisco...)
Las flores de las crudíferas
tienen cuatro pétalos puestos en forma de cruz. La mayoría de las
plantas que pertenecen a esta familia contienen azufre y vitamina C,
por lo cual proporcionan un cierto poder antibiótico y
antiescorbútico (col, rábano, mostaza...)
La amapola y la adormidera, así
como la celidonia pertenecen a la familia de las papaveráceas;
todas ellas producen alcaloides con efectos más o menos narcóticos.
La recolección
Recoger plantas medicinales tendría
que constituir un verdadero ritual. Durante todo el tiempo hay que
mantener una postura de agradecimiento hacia las plantas que vamos
recogiendo, tratándolas con respeto y cariño.
Quien estudia y trabaja con plantas,
poco a poco las ama.
Es importante no recoger nunca más
de la cantidad que necesitamos; desnudar a la planta la debilita
muchísimo provocando una segunda cosecha menos consistente.
Las mejores estaciones para recoger
las partes aéreas de las plantas (hojas, flores) son en general la
primavera y el verano, época de sus floraciones; es entonces cuando
contienen el máximo de principios activos.
Las hojas se recolectan como norma
en el momento más próximo a la floración, y las sumidades
floridas, en el momento mismo de la floración, justo antes de que la
corola esté completamente abierta; es este momento en el cual los
pétalos contienen más principios activos.
La corteza se recolecta en primavera, antes de la floración, momento en el cual hay más savia circulando por las ramas y los tallos. Raíces, rizomas y tubérculos, en cambio, se recogerán en otoño.
La corteza se recolecta en primavera, antes de la floración, momento en el cual hay más savia circulando por las ramas y los tallos. Raíces, rizomas y tubérculos, en cambio, se recogerán en otoño.
Hay plantas como el romero, que
florece a los largo de todo el años por lo cual la recolección no
tendrá un momento preciso, aunque hay que prestar atención a que no
haya llovido durante varios días.
En determinados casos hay que
esperar años antes de poder recoger una planta. La genciana, por
ejemplo, no empieza a dar flor hasta después de los 10 años de
vida.
El clima del lugar donde vivimos nos
tiene que guiar también, ya que adelanta o retrasa la época de
floración.
El hipérico, por ejemplo, suele
florecer a mitad de junio, en lugares especialmente soleados, en la
montaña en cambio, está en flor hasta final de agosto.
Nunca se deben recoger las plantas
después de que haya llovido, ni por la mañana temprano, cuando
todavía las cubre el rocío. Hay que esperar días soleados y secos,
y elegir las horas calientes del mediodía.
Por lo que concierne a las plantas
ricas en esencias, es conveniente recogerlas a media mañana ya que
el calor intenso del mediodía hace que se evapore parte de sus
esencias.
No guardar nunca las hierbas
recolectadas en bolsas de plástico, además de no permitir que las
plantas reciban aire, conservan el calor y las hace sudar, con el
riesgo de que se descompongan en pocas horas. Pueden utilizarse
cuencos de barro, cestos de fondo plano o bien cajas de madera.
De vuelta a casa hay que proceder
cuanto antes a las preparaciones que las plantas necesiten.
El objetivo del secado es extraer el
agua de las plantas a fin de asegurar su conservación; debe
empezarse cuanto antes después de la recolección.
Para que las plantas conserven sus
principios activos, debemos ponerlas a secar en un lugar seco,
ligeramente ventilado, donde no les pueda dar directamente la luz del
sol.
La luz del sol directo no debe
utilizarse como método de secado, su calor es demasiado rápido e
intenso y puede modificar las características de las plantas.
Las hierbas se extenderán sobre una
superficie de madera, sobre rejillas de metal, papel secante o cajas
de cartón amplias, para permitir una justa separación entre ellas.
Durante las primeras 24h se
removerán repetidas veces para asegurar un secado uniforme; los
días siguientes será suficiente mezclarlas 1 o 2 veces. El estar
bien extendidas hará que el secado sea más rápido y evitará que
la humedad produzca moho.
Una planta seca no contiene más del
10% de humedad, y en ella los microorganismos no pueden reproducirse.
Una vez secas, las hierbas al
manipularse se quiebran, ahí es el momento de proceder a guardarlas
en tarros de cristal preferentemente con cierre hermético, eligiendo
un lugar fresco y oscuro para almacenarlas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario